En su discurso de asunción del lunes 20 de enero, el presidente republicano reiteró su voluntad de estimular la producción de hidrocarburos y vehículos alimentados a combustibles fósiles, produciendo un viraje a la política aplicada por su antecesor, el demócrata Joe Biden.
Ese estímulo a la mayor generación de petróleo y gas no sólo tiene el propósito primario de sostener el ritmo de actividad de los Estados Unidos sino promover una baja en el precio de los carburantes fronteras adentro.
“La crisis inflacionaria fue causada por un gasto excesivo masivo y la escalada de los precios de la energía. Por eso es que hoy también declararé una emergencia energética nacional. Perforaremos. Vamos!... Perforaremos!, arengó Trump desde el Capitolio.
En la inauguración de su mandato, el presidente prometió acentuar el perfil manufacturero del país y consolidarlo como la nación con “la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra”.
El mandatario considera al petróleo como un “oro líquido bajo los pies”, que ayudará a llevar al tope las reservas estratégicas de la economía más poderosa del mundo, terminando así con la etapa denominada que promueve la sustitución de fósiles por energía de fuente renovable y el uso de coches eléctricos en lugar de los nafteros, más afines al actual perfil de la industria automotriz estadounidense.
La política estadounidense acentúa el desafío de producir y exportar rápido los hidrocarburos argentinos